jueves, 24 de mayo de 2012

El mensaje de la Virgen


Ha pasado casi un año pero de mi mente no se borra aquel momento cuando los primeros rayos de sol fueron testigos de la apresurada entrada de La Virgen en su ermita.
Ha pasado casi un año pero sigo reviviendo la secuencia de lo que pasó como si hubiese ocurrido ayer: un extraño estruendo, un absurdo rumor, una imagen, rabia, impotencia, incredulidad y llanto contenido.
Ser almonteño no es un privilegio, ser almonteño es una responsabilidad. Eso me enseñaron mis mayores.
Desde el primer momento he querido expresar lo que siento. Sabía que se dirían muchas cosas que me dolerían. Pero aprendí a distinguir entre aquellas que decían los que ni quieren ni conocen El Rocío y aquellas que sentían los rocieros de verdad.
De las primeras, ni caso, eran como si yo quisiera opinar de la táctica usada por el entrenador de Cánada de waterpolo. De las segunda, respeto y humildad, porque todas tenían un poco de razón.
¿Por qué pasó? ¿Por qué se rompió el varal?
Por un lado estaba el aspecto técnico, el cual se ha analizado y me consta que solucionado, pero no es el sitio para hablar de ello y me remito a las notas de prensa de la Hermandad Matriz.
Y por otro el aspecto humano. Los que somos cristianos y rocieros pensamos que Dios se nos manifiesta de algún modo en la historia y en lo que acontece, y también la Virgen.
Si analizamos la evolución de la procesión en los últimos 30 años podremos observar que hay un factor fundamental que ha llevado a la pérdida del control que antaño mi pueblo de Almonte sabía ejercer, ese factor es  la excesiva masificación. A este factor hay que añadir el reflejo de la sociedad actual y sobre todo el egoísmo que irradia.
Y digo egoísmo, porque es la clave para explicar y para solucionar el problema sin tener que cambiar la idiosincrasia de la procesión.
Porque cuando nos acercamos a su paso con el único objetivo de meter el hombro, aunque con ello impidamos a aquellos que vienen de llevarla el poder salir fácilmente, estamos primando nuestro beneficio al de la Procesión.
Porque cuando el rociero se acerca lo más que puede a su paso para tocar sus varales, sin tener en cuenta el daño que hace al que está debajo, sin pensar que no deja trabajar en su costero al que lleva a la Virgen, está pensando en sus intereses y no en el de la Procesión.
Porque cuando al llegar la Virgen a algunas hermandades y hay preparado un grupo de hombres para empujar detrás para que la Virgen llegue lo más cerca posible, no están pensando en la Ella.
Porque cuando queremos entrar a toda costa en la ermita para verla salir, a costa de que el gentío provoque que eso sea casi imposible, o cuando la Virgen está posada en el suelo y nos acercamos para verla cerca a costa de que sea físicamente imposible levantarla, ¿estamos pensando en Ella?
¿No es todo eso EGOISMO?
Cuando empecé a meterme bajo su paso en los finales de los ochenta, aun se mantenía ese idílico cerco entre los que luchábamos por llevarla y los que disfrutaban viendo y rezando a su Virgen. Hoy no existe. ¿Se imaginan que eso ocurriera en Semana Santa, que la presión llegara a los pasos dónde la masificación es la misma que en el Rocío?
Ser almonteño no es un privilegio, ser almonteño es una responsabilidad. Eso me enseñaron mis mayores. Y es nuestra responsabilidad saber afrontar las nuevas realidades con el único fin de que la Virgen pueda visitar a todos sus simpecados el Lunes de Pentecostés.
Hoy incluso he comprendido que esa leyenda negra que sobre todo en los años 90 existía sobre el almonteño y que yo tanto luché por negarla, era necesaria y jugaba un papel por bien de la procesión. Era un peaje a pagar. De hecho no deja de ser irónico y sorprendente que a la procesión religiosa donde, con toda seguridad, más personas llevan el paso de la Virgen se la tachara de exclusivista.
¿Y si dejáramos nuestro egoísmo? ¿Y si pensáramos en Ella?
¿Y si en vez de meterme bajo su paso 10 veces me meto 5 y el resto del tiempo estoy ahí para colaborar con mi gente? O como dice un amigo mío, antes de meterme, ponerme ante Ella y rezarle una salve, para calmar mis ansias por llevarla, que no siempre son buenas aliadas.
¿Y si en vez de apretar a los que la llevan vemos a la Virgen sólo dos metras más atrás?
Yo lo tengo claro y ese es mi compromiso y también lo tiene claro el pueblo de Almonte.
Pero la procesión es de todos, cada uno en su lugar, es responsabilidad de todos los rocieros que este año, con la lección aprendida, la Virgen vaya como se merece.
Ya suenan los cohetes de las primeras hermandades que caminan hacia Ella.
¿Cuás es su mensaje? ¿Cuál fue su mensaje?
Pienso y siento que el mensaje de la Virgen  no se refiere sólo a la procesión, va más allá. La procesión es sólo el lugar idóneo para darlo y que sea entendido  y más si este año todo va bien.
El mensaje de la Virgen es siempre el mismo. Cuando la miro y observo su mirada cabizbaja señalando a su hijo, se me viene a la mente las palabras que María pronunció: “HACED LO QUE éL OS DIGA”.
Ese es su mensaje, lo que él nos dice, y siento que en la época que vivimos cobra sentido el AMOR POR LOS DEMáS, EL COMPARTIR. Ese es el mensaje ANTEPONER EN NUESTRA VIDA COTIDIANA EL AMOR POR LOS DEMáS AL EGOISMO REINANTE, PORQUE AL IGUAL QUE ESPERO QUE OCURRA EL PRóXIMO LUNES DE PENTECOSTíS, SI HACEMOS ESO TENDREMOS UNA SOCIEDAD MEJOR Y MáS JUSTA, COMO DIOS QUIERE PARA EL HOMBRE.
Y ESTOY CONVENCIDO QUE  LOS VALORES DEL ROCíO Y EL SENTIR ROCIERO COLOBARAN CON EL PLAN DE DIOS PARA HACER UN MUNDO MEJOR.
¡Viva la Virgen del Rocío! ¡Viva la Madre de Dios!
Luis Gallardo, un almonteño más.



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