lunes, 20 de agosto de 2012

La Blanca Paloma emprende su vuelo hacia El Chaparral, donde hoy será desvelada a su pueblo


Peregrina almonteña.


Nubes de pólvora. Nubes de polvo y un camino por hacer. Tres leguas de senderos pinares y arenales dibujados con los pinceles de la humedad de la noche. Miles de personas. “Bastante más de las esperadas, por lo que se recomienda durante todo el día aprovisionarse de agua por el calor”, resaltó Miguel Ángel Jiménez, director de la . Almonte se reencontró con su Patrona de cerca, para acariciarle la cara tras siete años de espera. Para presentarle los niños y que los bendiga bajo su manto, para darle gracias y llevarla al pueblo que más la quiere, en una Venida que será histórica al estar enmarcada en el año Jubilar. Más tarde que en 2005, pero con el sol de agosto arreciando igualmente. Eran las 16.32 horas cuando de nuevo saltaron la reja los almonteños.

El Santuario hervía de expectación y de nuevo momentos antes, se había hecho el pasillo que en la anterior romería trazaron los almonteños para dejar trabajar lo máximo posible a los hombres de la Virgen, en definitiva, al pueblo de Almonte. Tras varios intentos, definitivamente la impaciencia y las ganas de llevar a la Señora a Almonte prevalecieron sobre el temor a las altas temperaturas y la Señora era portada por sus hijos..Nada más abrirse la reja, una de las camaristas, Carmen Rocío Vega, subió junto a la Virgen para rezarle una salve y decir a voz en grito “¡Viva la Virgen del Rocío!”. Sería la primera de tantas de las que sonaron ayer en la Ermita En sólo unos instantes, en 15 minutos, la Madre de Dios salía a la explanada para poco después mirarse en el espejo de las Marismas. De alegría, repicaron las campanas del Santuario. Como banda sonora, los miles de disparos de escopetas que los almonteños realizaban en señal de salutación y júbilo que como heraldos, habían anunciado a todo El Rocío durante las vísperas la Venida.

Reunidas en la Puerta de Europa, las abuelas almonteñas. Ellas, transmisoras de la devoción más profunda a la Virgen del Rocío, son las encargadas de abrirle paso. En grupo, marchaban para cumplir con esa promesa hecha a su Patrona o heredando una tradición que se pierde en la noche de los tiempos, cuando no había medios de transporte para llevar los enseres de la Señora. Protegidos del polvo y adornadas con romero y flores, las ráfagas de la Virgen, la media luna, la corona, el cetro del Niño o las jarras, entre otros eran portadas por manos llenas de sabiduría. “Yo llevo tres venidas portando la ráfaga y lo hago por promesa”, resaltaba Manuela Ramírez, que llevaba el resplandor antiguo de la Virgen. Coincidía en tiempo con su compañera, Mariana Díaz, que también afirmaba “no podemos explicarte ahora mismo cómo es este momento para nosotras, es indescriptible” y además “vemos la devoción con la gente se nos acerca para tocar o besar el ajuar de la Virgen”.

Comenzaba el procesionar por el itinerario, ricamente exornado con palos forrados de romero y ramitas aromáticas,por templetes hechos con manos primorosas, de salves y de despedidas llenas de alegría de saber que la Señora marcha a su pueblo por nueve meses. De tributos realizados por sus hermandades filiales. La primera, Moguer, en donde además de una intensa salva de disparos la recibió la salve y el tributo hecho música de algunos de sus hermanos. Un estallido de júbilo surcó el itinerario cuando la Reina de las Marismas atravesó el templete realizado por la Hermandad de Huelva, una réplica de su carreta. Allí congregados muchos de sus hermanos no tardaron en lanzar vivas y en cumplir con la inscripción que tras la medalla de la Hermandad Matriz colgante de la bóveda ‘Huelva te quiere’. En sus interior, el párroco de Almonte, José García Muñoz y el capellán del Rocío, Francisco Javier Real, se ubicaron en el centro del mismo para rezar una salve que recitó todo el Real. La sorpresa para muchos asistentes, aunque no para los que han vivido muchos traslados, fue que al pasar Huelva, la Virgen de momento, salió del itinerario oficial para acercarse hasta El Real, lugar donde fue coronada y donde las salvas de las escopetas se hicieron sonar con fuerza. Más tarde, un encuentro más que anhelado, la visita a la casa de las camaristas, en un lateral del monumento de la Coronación. En ese mágico instante, Almonte volvió a hacer íntimo el traslado y lloró de emoción junto a María del Carmen Morales y su hija Carmen Rocío, que una a hombros y la otra sobre el paso rezaron una salve y lanzaron los vivas con la confianza con que se dice “te quiero a una madre”.


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