martes, 7 de junio de 2011

Un camino de esperanza, de hermandad y de sentimiento. Es la salida del Simpecao de Los Varales

Un camino de esperanza, de hermandad y de sentimiento

Un año más llega el Rocío y, muy a nuestro pesar, los estudiantes tenemos que compaginar los preparativos de la romería con los exámenes finales. Hace unos días estudiaba junto a unos amigos en la biblioteca de mi facultad. Uno de ellos me preguntó que qué era el camino del Rocío; simplemente sonreí porque es algo que no se puede describir con palabras. Le comenté muy por encima lo que para mí significa el camino y el Rocío. No obstante, no me extendí mucho porque los universitarios aprovechamos cualquier oportunidad para distraernos y evadirnos de las montañas de apuntes que estos días inundan nuestros escritorios. De vuelta a casa me dio por pensar cómo describir el Rocío y, más concretamente, su camino.
Pues bien… ¿qué es para mí el camino del Rocío?
La verdad es que no puedo ser objetivo con este tema, pues soy de los que cuentan los años de romería en romería y no de enero a diciembre, pero intentaré hacerlo de la mejor manera posible. El camino del Rocío dura los 365 días del año y está lleno de ensayos de coro, de reuniones de junta, de asambleas, de misas mensuales y de cambios de vara. También está lleno de momentos inolvidables junto a mi hermandad y, ahora que no me escucha nadie, he de decir que tengo especial admiración por su juventud. Creo que soy un afortunado al estar rodeado de un verdadero grupo de amigos que comparte tanto penas como alegrías. Muchas veces pienso lo difícil que habría sido seguir para adelante en ciertos momentos de la vida si estos amigos no hubieran estado ahí.
El camino del Rocío es tener presente a los que un día peregrinaron por tierras catalanas y que ahora lo continúan haciendo por las marismas del cielo. Es el recuerdo de los que formaron parte de esta gran familia y que actualmente guían nuestros pasos desde el cielo junto a Ella, la Virgen del Rocío. También es la savia nueva: niñas y niños que sienten con intensidad el movimiento rociero y bebés que con tan solo meses e incluso días de vida van a vivir su primera romería. Es el coro de la hermandad, un conjunto de voces que hace que las canciones sean algo más que simples rumbas, plegarias o sevillanas: es la melodía que acompaña y guía a nuestro Simpecao.
Pero el camino del Rocío, propiamente dicho, es algo más que todo lo anterior. Es congregarse en la parroquia San Juan Bautista de Santa Coloma de Gramenet, la que durante el año acoge a nuestro Simpecao y la que, como es normal, el viernes de Rocío se convierte en el punto de partida de nuestra peregrinación. Es la misa de romeros, donde afloran los sentimientos y donde la ilusión se hace presente en las caras de hermanos y peregrinos. Es el hermano/a mayor y sus alcaldes de carretas. Es la salida del Simpecao de Los Varales y el compás de palmas que anuncia su llegada. Es el repique de campanas en señal de alegría. Es el estruendo de los cohetes. Es el crujir de la carreta. Son los vivas a la Señora. Son lágrimas de esperanza, de recuerdos y de alegría. Son cantares. Son medallas. Son caballos y jinetes. Son confesiones. Son ratos de charla distendida. Son varas de caminantes. Son paradas en el camino. Es cansancio. Es un manto de peregrinos. Es olor a romero, tomillo y jara. Es un camino de fe. Es aferrarse a la carreta del Simpecao divino. Es la llegada al Rocío y la presentación ante la Señora. Son abrazos. Son vivas. Son ilusiones. Es mi gente. Son dos colores: el lila y el amarillo.
Es “un Rocío de esperanza, de hermandad y de sentimiento, de plegarias y alabanzas a la Reina de los cielos”. El camino es, por lo tanto, un cúmulo de cosas que convierte al Rocío en algo indescriptible, en algo

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