sábado, 11 de junio de 2011

Almonte te llevará a volar

Me hubiera gustado conocer la sala de los milagros, esa que guardaba los exvotos que los fieles ofrecían a la Virgen en agradecimiento al auxilio de Ella recibido, en momentos de grave peligro o enfermedad. Se encontraba aproximadamente donde hoy está la sala de las velas que también hoy se encienden suplicantes o agradecidas.

Viendo en fotografía estos pequeños cuadros que plasman milagros acontecidos por la intercesión de la Virgen del Rocío, no dejo de maravillarme por su poder y grandeza y me reafirmo en mi norma de acudir a Ella en cualquier circunstancia, sobre todo en las de mayor dificultad.

Hubo un momento en mi vida, en especial, en el que la Virgen del Rocío fue merecedora de un exvoto. Dios no me ha dado el don de la expresión pictórica, pero a raíz de ese día, dibujé mis sentimientos con letras, buscando tonalidades con signos de puntuación, sustituyendo el pincel por un teclado o bolígrafo y el lienzo por una pantalla o un papel. Desde niña me ha gustado escribir, sin embargo después de ese día mis cuadros han sido prácticamente monotemáticos: mi tema preferido Ella. Aquí sigo, esbozando cada día ese exvoto que quiero ofrecerle cada día, pues cada día tengo algo por lo que darle las gracias.

¿Has pensado alguna vez cómo sería tu exvoto a la Virgen del Rocío?. Algunos habrán experimentado la curación de una enfermedad después de haberle suplicado con fe y depositado en sus manos oraciones Pastorcito Divino y aceptando que la voluntad de éste prevaleciera sobre la suya. Otros, habrán sobrevivido a situaciones peligrosas de manera extraordinaria e increíble para los no creyentes, pues nosotros sabemos que para Dios nada es imposible.

Pero la Virgen, no sólo nos auxilia en el momento próximo a la muerte. Si abrimos los ojos, sobre todo los del corazón, podremos apreciar su amparo hasta en las cosas más pequeñas de nuestra vida cotidiana. Tenemos muchos peligros, aparentemente inofensivos, de los que la Virgen ha de salvaguardarnos. Peligros que quizás no ponen en peligro de muerte a nuestro cuerpo pero que envenenan pausadamente nuestra alma, llegando ésta a morir en vida. En nosotros está el aceptar o no ese rescate que de Ella viene.

La Virgen y la imitación de sus virtudes nos salvan de la soberbia y el orgullo, de la avaricia, del rencor y el odio, de la venganza e intransigencia, del desánimo, de la debilidad, de la corrupción, de la desesperanza, de la deslealtad y cobardía, de la ignorancia…

¡No hay paredes suficientes en la ermita, ni en la aldea, ni en el mundo, que puedan albergar los exvotos en gratitud por su amparo!. Pintémoslos entonces en nuestras vidas.

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